Embajadores de Esperanzas


Hace una semana conviví con dos norteamericanos que decidieron visitar por primera vez Honduras y quitarse el miedo que sentían de llegar a un país al que todos les aconsejaban no venir por la violencia. Venciendo temores y más movidos por el deseo de ayudar y de paso uno de ellos conocer a la familia de su esposa, una hondureña que emigró a Estados Unidos hace 15 años, llegaron por fin a tierras catrachas.

Larry y Jay Light, se convirtieron en mis compañeros de aventura por seis días. Confieso que no tenía idea de todas las emociones que a lo largo de una agenda tan apretada me esperaban, pero que el resultado se traduce en humanismo, entrega, solidaridad y mucho amor.

Les contaré que antes de trasladarme a mi ciudad natal Santa Rosa de Copán, quise que conocieran un poco del calor de la costa, de esas playas hermosas y gracias al gesto de tantos amigos, tuve la suerte que por casi una hora los llevaran en lancha a recorrer los bellos paisajes que el mar Atlántico en sus playas de Cortés y Omoa regalan a los visitantes. Esa apenas era la primera estación de muchos parajes que conocieron y que hicieron que estos dos extranjeros aprendieran a querer a Honduras.

Creo que todos los hondureños cuando nos toca ser anfitriones buscamos detalles para que vean lo mejor de nuestro país, y buscamos borrar esa imagen de país violento, donde les venden la idea que todo el que viene corre el riesgo de no volver. Yo eso hice junto al ejército de ángeles que me apoyó en ese recorrido donde mostramos la mejor cara y el resultado fue que se fueron encantados de Honduras y saber que ya hacen planes para volver.

La agenda no pintó solo en paseo. La agenda nos llevó a dos puntos importantes: conocer a la familia política de Larry, a sus suegros y cuñada que desde años querían abrazar y conversar con aquel  norteamericano que hace 13 años se enamoró de una santarrocense que llegó a Texas y que con su encanto lo prendó y por ella comenzó a amar a Honduras.

Fue indescriptible el encuentro entre ellos. Confieso que no me gustan esos episodios donde el llanto es la forma de explotar las emociones contenidas, donde los abrazos van cargados de esa dósis de amor, porque me cala tanto, que al final también terminó llorando. Y así pasó, el nudo en la garganta y la escapada de una lágrima me hacía ponerme con el sentimiento a flor de piel. Sin duda ese encuentro mostró el sentimiento puro de Larry con su familia en Honduras.

Qué lejos estaba yo de entender que esos episodios apenas eran el comienzo de un montón de sacudidas que con propósito Dios me daba en esos días. Con la visita de estos dos amigos, también aprendí que no importan las distancias, que cuando Dios te destina una misión para ser de apoyo a los que lo necesitan, aflora la solidaridad. Y eso hizo tanto Larry como Jay, los dos visitaron el asilo de ancianos en mi ciudad. Regalaron sonrisas, abrazaron a aquellos hombres y mujeres que sin familia, sin nada más que ese hogar que los acoge, se consuelan las 24 horas del día. Algunos ya ni noción tienen de lo que allí pasa, otros en silencio lloran al saber que no tienen nadie que pregunte por ellos. Duró pocos minutos la visita, pero fueron suficientes para entregar las donaciones y para que aquel contingente de jóvenes que apoyan la Fundación Reach Out, que inició Ela Light hace 11 años diera su ayuda y amor a los más necesitados.

Esa tarde las bendiciones continuaron. Cuando llegaron a la sala de pediatría, neonatos y recién nacidos del Hospital de Occidente, no hubo quien no se quebrantara, no hubo uno tan solo de aquel grupo de voluntarios que no sintiera en carne propia el dolor de esos angelitos que se recuperan de diferentes males. Cuna por cuna fueron pasando para conocer a los niños y niñas. Esa tarde del sábado 9 de enero, afloraron las sonrisas, el cariño, los regalos, ropa, pañales que estos dos hombres recolectaron para alegrarles la vida. 



Sin duda que cuando viví esos días de agendas apretadas, de presiones para cumplir al píe de la letra la agenda que Ela Light había organizado para su esposo y cuñado, fue cuando entendí como Dios me incluía en un plan de ayuda para ser parte de esa misión que Dios puso en los corazones de estos dos extranjeros.

Larry y Jay nos regalaban a todos enseñanzas de vida. Nunca imaginé como aquellos extraños para muchos, pensaban en los nuestros y reflexioné como nosotros estando acá pocas veces tenemos ese gesto de esperanza para los más necesitados. Cuando regresábamos para dejarlos a San Pedro Sula, aproveché a comprometerlos aún más y los sumé a otra causa: la de los amigos de la clínica materno infantil en La Entrada, Copán. Ahora esa es otra de las misiones que forma parte de la lista del apoyo que a futuro seguirán generando estos dos norteamericanos que motivados por su esposa ven a Honduras con el corazón.



Como Larry y Jay, hay otros extranjeros que tienen amor por Honduras, que se desbordan en solidaridad y cariño por nuestros compatriotas. Ellos buscan dar lo mejor porque entienden bien que su misión en esta tierra también es compartir lo que tienen con los más necesitados. No ha transcurrido ni una semana y estos dos embajadores de esperanzas ya programan su retorno, su meta ahora es regresar en septiembre porque quieren alegrar a los niños y hacer del 10 de septiembre una fecha especial para los pequeños hondureños, esos niños que añoran no solo un dulce o un juguete, sino el cariño y las miradas tiernas.

Quise escribir estas líneas no solo para estos dos norteamericanos, a quien a uno de ellos tengo la suerte de conocer desde el 2012, cuando su esposa Ela Light me contactó por facebook y desde entonces Dios nos colocó en el camino como parte de un propósito de vida. Sino también para Ela Xiomara, quien por cosas de la vida no puede venir a Honduras y es quien al final más ha sufrido por no estar presente en esos momentos históricos donde su obra se materializa porque su esposo y cuñado comprenden el valor incalculable de la ayuda que dan a Honduras.

Me siento contenta de ser parte de este proyecto, todos debemos tener esa dósis de humanismo para darnos cuenta que con un pequeño gesto podemos hacer más llevadera la vida de otros. Y yo me alegro porque con la venida de Larry y Jay, se llevaron la mejor imagen de Honduras. Ambos entendieron que este es un país bello, entendieron que su gente es el mejor valor que tenemos y que la imagen de guerra que venden de Honduras, existe, pero es una guerra de amor, de cariño y calor humano que es la que ahora los hace ver a esta tierra como el mágico lugar donde hay una mano amiga, un corazón dispuesto a dar lo mejor y una tierra donde el paisaje es el mejor espectáculo para afirmar que Honduras es bella.

Gracias Larry y Jay, Gracias Ela Xiomara por no olvidar esta tierra que la vio nacer. Dios les bendiga y aquí los estaremos esperando.



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