Alerta que desalienta





Que el Departamento de Estado de Estados Unidos renovara hoy la alerta de viaje a sus ciudadanos a Honduras por los niveles de violencia y criminalidad al calificarlos de "críticamente elevados", deja mucho que pensar, sobre todo porque la Policía durante todo el año ha destacado la baja en esas cifras que por varios años nos ha catalogado como uno de los países más violentos del mundo.

Pero a la par de ese aviso, para los norteamericanos no escapa el señalamiento de "alto grado de impunidad" que cita el documento, donde asegura se "carecen de los recursos suficientes para responder, investigar y procesar los casos de forma adecuada".


En el 2015, Estados Unidos lanzó dos alertas a sus connacionales, una la de marzo, donde señalaba las actividades criminales que involucraban a elementos de la Policía Nacional y la segunda publicada el 30 de octubre que hace referencia a los niveles de impunidad con el que operan los grupos criminales en todo el país.


Son 42 ciudadanos estadounidenses que según la embajada de ese país han asesinado en Honduras desde el 2010, 10 de ellos en lo que va este año.


Entonces con esos antecedentes y viendo que pese a que el índice de homicidios en el país pasó de 86.5 por cada 100,000 habitantes en 2011 a 66 en el 2014 y se prevé que las cifras al cierre de este año sean menores, nos preguntamos: ¿No son las cifras las que determinan el nivel de peligrosidad o cuál es la medición que determina a los Estados cuándo hay o no que alertar a sus ciudadanos para visitar un determinado país?.


El asunto es que la alerta se giró y ahora nuevamente nos señalan como uno de los países de riesgo y ese anuncio debe ser una alerta también para el Gobierno, para que las estrategias que se definen desde el Consejo de Seguridad sean las idóneas en un país que ha probado con tantas fórmulas y ninguna ha sido la acertada.


Aquí se han puesto en marcha modelos de otros países, se han creado leyes denominadas "duras" para frenar el avance de la criminalidad. Se ha hecho compra de celulares con Gps para monitorear tanto a los policías como las patrullas y asegurarse de la "efectividad en la respuesta" a la población y es un proyecto que también fracasó. Además se incorporó en las tareas de seguridad a los militares y no solo eso, se crearon batallones de Policías Militares para estar directamente en el trabajo de calle en tareas de prevención.


Y todos, todos los hondureños ahora pagamos el famoso tasón, el impuesto para la tasa de seguridad que se establece servirá para que se equipe a los órganos de seguridad y cuenten con los equipos adecuados para operar y demostrar que quienes controlan el país son los buenos y no los malos. El asunto es que vamos a paso lento, y es entendible. No crean, reordenar la ensalada de problemas y los niveles de colusión en instancias que debieron estar blindadas para asegurar que cada institución cumpliera su rol y parara el operar de criminales, no es fácil.


Hay que reconocer sin mirar con colores o apasionamientos el tema, que se han sentado las bases, por lo menos en la estructura de las instituciones y hablo de más elementos, tanto en la Policía y las Fuerzas Armadas. A éstas se les ha dotado de mejores sueldos para que no sean tentados por las mafias, se les está dando la logística de a poco, pero al final se están equipando. 


Pero, aquí el punto, es que falta voluntad en todos los organismos para hacer equipo, para estar convencidos que ya no hay tiempo. La lucha debe ser frontal, porque los hondureños ya estamos cansados de estar expuestos, de no tener la certeza si al salir de las casas vamos a regresar o si al regresar alguien estará al acecho para asaltarnos, secuestrarnos o quien sabe que pueda pasar por la mente de los que se dedican a delinquir.


Bien lo dice la alerta: "hay una preocupación por el tema de los secuestros" donde señala que cuatro norteamericanos fueron secuestrados en el 2012 y aseguran que este tipo de delitos se reportan por debajo de la realidad.


Y como siempre son: San Pedro Sula, La Ceiba y Tegucigalpa las que se llevan el mérito de ser "especialmente peligrosas", porque por las condiciones de estas ciudades resultan ser los sitios perfectos para el operar de las bandas criminales nacionales e internacionales que se tienen que desarticular.


Menuda tarea tienen los cuerpos de seguridad. Sacudirnos ese calificativo "de peligrosa" costará esfuerzo, trabajo, entrega y voluntad. Sin esos elementos no dudemos que a inicios del 2016, vuelvan a advertir que visitar Honduras es un peligro. Ojalá que no, porque Honduras es un país bello, con gente hermosa, con tantas tradiciones y cultura que no vale la pena caer en la picota de esa inseguridad que desde hace tiempo debió cambiarse por un país de paz.


Nos lo merecemos los hondureños que amamos a Honduras. De verdad, este es un reto para las autoridades quienes están obligadas a cambiar la cara de nuestro país.




Comentarios

Entradas populares de este blog

En memoria de Patricia

María Jesus, nobleza y amor al prójimo

Migrantes de nuevo al rescate