Tradiciones Hondureñas
Compartieron el pan, se sentaron en la mesa, bendijeron los alimentos y antes que se repartiera el banquete, los pobladores de los barrios Mejicapa y San Sebastián, en el municipio de Gracias en el departamento de Lempira, Honduras, realizaron el ritual de El Encierro.
Esta tradición tiene 400 años de transmitirse de generación en generación. Es la fiesta que hermana a dos comunidades y que se realiza dos veces en el año: diciembre y enero. Es en esas fechas cuando la virgen de Santa Lucía es llevada en procesión hasta el barrio San Sebastián y viceversa. El acto se celebra enmedio de la algarabía de los pobladores y el sonido de los cohetes.
Esa fiesta es especial, el tradicional encierro, no es más que la invitación formal que los pueblos hacen para celebrar el Guancasco, una fiesta de confraternidad entre los que pueblos y cuyo anuncio se hizo el pasado domingo, justo en el día de los Santos, en la plaza San Sebastián.
La celebración me recordó las vivencias de los rituales que también la etnia Chortí, el grupo de descendientes directos de los Mayas y establecidos en los departamentos de Copán y Ocotepeque celebran, en honor a sus muertos. Es un día donde todos al igual que los lencas comparten. Son pueblos a los que los mueve la fe, la oración por los que ya partieron y la comida como el símbolo de la solidaridad, donde todos comparten, no importa si llevas frutas, pan, tamales o café, el ritual lo que busca es hermanar.
Hay tantas tradiciones lindas en el país que merece la pena escaparse y vivir cada uno de los rituales que simbolizan esas raíces que no deben dejarse morir. Es un legado histórico que nuestras etnias y pueblos celebran para mantener su cultura viva.
Cada líder de las comunidades que participan en las celebraciones se preparan con tiempo para las fiestas, saben que no pueden dejar escapar esas tradiciones y que están obligados a transmitirlas a sus descendientes. "Son rituales que nos recuerdan nuestro pasado, un pasado que no queremos que muera y por eso fomentamos estas tradiciones para que formen parte de nuestra vida" nos relató Lizzeth Perdomo.
Con sus velas encendidas los niños en fila se colocan en la calle de la plazuela, ellos dan la luz, una luz que los guía en su peregrinar. El domingo en la noche (1 de noviembre), que los villanos de Gracias recibieron a los vecinos de Mejicapa, pensé en lo bueno que es recordar a los que leen mis líneas que enmedio de esas notas violentas, que provocan las alertas de otros países ante la violencia, hay otra cara que mostrar.
Es la cara de los buenos, de los que tenemos arraigada la bondad, el sentido humano, la solidaridad, la honradez y los que amamos esa Honduras. Es el espíritu de esos hombres que sin un motivo te invitan a pasar a su casa aunque no te conozcan, te ofrecen una taza de café y te platican de las historias, de cómo el pueblo cambió, de cómo hay políticos que los olvidaron y otros que los han ayudado.
No cabe duda que hoy que escribo estas líneas y comparto con extranjeros por una escapada que me dí en mis vacaciones, veo que están ávidos de conocer más a profundidad de esa Honduras. Me gozó contando lo bueno, veo todas las cosas bellas que a veces estando allá por las presiones del día a día, hasta yo las olvido. Hay tantas cosas hermosas en Honduras, que les digo, vale la pena internarse, porque Honduras es más que el encanto de las Islas de la Bahía, de la bella Tela, Cortés o la historia de nuestras Ruinas de Copán.
Honduras es su gente y por eso le agradezco a Pedro Escalante, un amigo de Gracias, Lempira, quien me compartió esas fotos para mostrarlas en mi blog. Son las fotos de los pobladores de esas dos comunidades de Lempira que sin pensar en miedos, sin temores viven de lleno sus fiestas para mantener vivo el legado de sus antepasados y buscar la hermandad y la paz.
Ese mensaje de hermandad cala profundo, porque cuando te internas en las grandes ciudades se pierde ese espíritu de solidaridad. Llegas a un punto donde hasta ignoras quién es tú vecino, o qué pasa a tú alrededor. La vida se vuelve tan fría que vale la pena envolvernos en ese calor, ese calor tan propio que no en balde ha persistido a lo largo de centenares de años.
Me encanta escribirlo, porque si algo admiran los extranjeros es el calor latino, eso que no se compra en la tienda, ese carisma especial que tenemos muy arraigado. Entonces desde casa, valoremos esos encantos que nos hacen sentirnos orgullosos de nuestra tierra. Cada pueblo tiene algo especial y hay que destacar tantas y tantas bondades de la cultura, tradiciones y de la gente de Honduras.
Hoy es la celebración del día de los difuntos, después vienen otras fiestas. Que tengamos la oportunidad de mostrar siempre esa cara de lo bueno que tiene Honduras, porque es una joya que cuando la descubres te enamora y es la que a muchos, siempre les hace visitarla.
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